Además de la decoración arquitectónica de su fachada (ejemplo de la técnica de arquitectura fingida muy usada en la época), el valor de estas viviendas se encuentra en que es uno de los primeros ejemplos de casas adosadas o hechas en serie de la historia de la ciudad e incluso de España.
Se baraja el año 1737 como el de su construcción por parte del maestro Fray Juan Berri religioso mercedario, que fue el encargado de gestionar las rentas de 19.800 reales que obtenía la orden mercedaria en el año 1795 de las nueve casas en la huerta del convento de la Merced y que debieron de destinarse a las rentas según diversas publicaciones. Lo más destacado de estas construcciones es su concepción unifamiliar y el interés de la comunidad ya por aquel entonces, por hacer viviendas para diversos fines puesto que la casa podía destinarse al alojamiento de una familia numerosa, a albergar ganado o incluso a alguna actividad de taller en su interior.